domingo, 18 de mayo de 2008

Libertad de expresión

En estos días la hermana de la Princesa de Asturias, Telma Ortiz, ha sido protagonista de las noticias por demandar a 57 medios de comunicación por intromisión en su derecho a la intimidad. La sentencia de un juzgado de Toledo ha desestimado su petición.
Sinceramente, creo que la sentencia es profundamente errónea y que la Sra. Ortiz lleva razón. (Esto es grave: es la segunda vez que le doy la razón en este blog a los Borbones o su familia política). La Sra. Ortiz no ha elegido casarse con el Princípe de Asturias ni ejerce ninguna actividad pública. Lo que los medios de comunicación llaman libertad de expresión yo lo llamo basura. Escudarse en la Constitución o en la lucha por las libertades durante el franquismo, como han hecho algunos es sencillamente vomitivo. La llamada "prensa rosa" ha conseguido que hasta Julián Muñoz e Isabel Pantoja me caigan bien. No es admisible que quede en manos de unos pocos juntaletras desalmados la opción de qué es o no nuestra intimidad. Si Julián Muñoz ha cometido delitos (no digo que sea culpable, aunque sí un sospechoso prometedor) que lo juzguen y le apliquen la pena correspondiente. Pero eso no le da derecho a nadie a saber cuál es su lista de la compra o el color de sus calzoncillos (¡puaj! ¡Qué asco!).
No, no vale todo para vender periódicos. Yo creo que informar no es sacar los trapos sucios de alguien para hacer dinero. Decía un director del Washington Post que "noticia es lo que pongo en la primera plana de mi periódico". Todo es cuestión de ponerle morbo a una historia. Si no se sabe se adorna. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Mi apreciación particular es que todo aquello que no concierne expresamente a la actividad pública de una persona debe quedar en la esfera de lo privado. Y si alguna de esas personas quiere vender su vida privada, me parece estupendo. Pero si alguien quiere informar de los polvos que pega otro, que le pida permiso, y si hace falta, que le pague.
Pero no es sólo culpa de los medios de comunicación. Gran parte de la culpa es los jueces. El pasado verano una revista fue censurada, secuestrada, (¡ay, si Franco levantara la cabeza se iba a sentir como en casa!) por hacer una caricatura de los Príncipes de Asturias en una postura, digamos, poco salerosa. Los Príncipes de Asturias sí son personajes públicos. Y les guste o no, esa postura no dejar de ser una hipótesis de su única función constitucional reconocida: engendrar descendencia.

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