martes, 15 de julio de 2008

14 de julio

Ayer fue la Fiesta Nacional de Francia. El día 14 de julio. 219 aniversario de la toma de la Bastilla. Este hecho es uno de los momentos cumbres de la Historia de la Humanidad. Se han escrito ríos de tinta sobre ello. No aspiro a aportar nada fundamental con ello. Tan sólo mi humilde punto de vista.
La toma de la Bastilla fue un terremoto político como ningún otro haya jamás asolado la civilazción occidental. Por primera vez, en la Europa continental (en las colonias británicas de América, luego Estados Unidos, había sucedido trece años antes, pero América entonces estaba muy lejos), un pueblo, espontáneamente, se sublevaba de forma abierta y clara contra el orden establecido.
Dos días antes, un abogado desconocido, Camille Desmoulins, se había subido en una silla de un café del Palais Royal para gritar: "¡Franceses, el Rey prepara una Noche de San Bartolomé de los patriotas!". El rumor, junto con los acontecimientos políticos de la Corte de Luis XVI, precipitan los acontecimientos. El día 14 por la mañana, la turba asalta el Hôtel des Invalides y se arma. La Guardia Francesa, única parte del Ejército Real compuesta exclusivamente por franceses, hace causa común con el pueblo.
La Bastilla era el viejo símbolo del poder real. Ya no tenía apenas funciones pero seguía significando la arbitrariedad y la opresión. Esa tarde, la cabeza del infortunado alcaide-gobernador, es paseada, clavada en una pica, por las calles de un París que arde en una subversión total.
La madrugada del 15, el duque de Liancourt despierta a Luis XVI, que dormía en Versalles, para informarle. El Rey pregunta si se trata de una rebelión y el duque le contesta con la ya famosa frase: "No, Majestad, es una revolución". A partir de ese momento los tronos de Europa se estremecen de pánico. Por primera vez, el Pueblo toma la palabra. Y las armas.

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