domingo, 27 de julio de 2008

Maldición de herederos

Hay muchas frases hechas en política. No todas vienen a ser ciertas. O, al menos, no en todas las ocasiones. Entre las más conocidas está, por ejemplo, que "el que usa el puñal nunca obtiene la corona". Alude a que, habitualmente, el que promueve la caída de un líder, aunque consiga desalojar al líder, no se convierte en el sucesor.
En estos tiempos vivimos en Europa dos casos de otro ejemplo típico: "El heredero que espera cae pronto". Gordon Brown y Nicolás Sarkozy son dos políticos a los que hace tiempo que se les sabían sucesores de Tony Blair y Jacques Chirac, respectivamente. Ambos han sido considerados hasta su toma de posesión como grandes estrellas políticas. A Brown se le atribuye, seguramente con justicia, ser el cerebro del boom económico británico de principios de siglo, base del éxito sin precedentes del "New Labour" de Tony Blair. Nicolás Sarkozy fue el "enfant terrible" de Chirac quien lo promocionó y con quien protagonizó, durante los doce años de mandato de este último, un intenso drama con momentos de trágicos y también cómicos dónde "Supersarko" ejerció de hijo pródigo, pero necesitado por el padre y, a la vez, respondón.
Ambos han caído en desgracia de forma inopinada. Brown debió convocar elecciones para octubre pasado. En lugar de ello, lanzó un globo sonda y luego se arrepintió, lanzando por la borda su prestigio de hombre frío pero decidido. Cuando todos esperaban un distanciamiento de la política de Bush, especialmente en lo referente a Irak, se reafirmó en ella. Perdió la oportunidad de distinguirse de su antecesor, sobre todo teniendo en cuenta que el coste político de la decisión era mínimo porque Bush termina mandato en noviembre.
Nicolás Sarkozy, hombre concienzudo y preparado, ha dejado que su vida privada se convierta en un circo público, lo que ha desagradado mucho. En Francia se sufre una situación económica preocupante desde hace años. No ha sido tan brusca ni tan profunda como la crisis que se vive en España pero lleva mucho más tiempo larvada. Un hombre que se ha distinguido por su gran capacidad de trabajo ha dado la impresión a los franceses de estar más ocupado de sus asuntos sentimentales que por los problemas del Pueblo Francés.
Pero no son los únicos casos de la Historia. Suele ser frecuente que los herederos esperados no lleguen al poder o si lo hacen tengan mandatos breves y poco fructíferos. De los cuatro vicepresidentes de los Estados Unidos que llegaron a la Presidencia en el siglo XX, sólo uno, George H.W. Bush (Bush padre para entendernos), lo hizo ganando unas elecciones (el resto lo hicieron por fallecimiento o dimisión del Presidente) y después de ganar una guerra, fue arrasado en las elecciones por el imberbe Clinton.
En Gran Bretaña hay dos casos más significativos aún. Neville Chamberlain llevaba siendo el heredero preferido, como líder de los conservadores y Primer Ministro, del "honrado Stan" Baldwin desde finales de los años 20, frente a un Churchill al que se consideraba excesivamente bullicioso y pasado de época. Cuando se hizo cargo del gobierno en 1937, su mandato puede considerarse como uno de los más deplorables mandatos de ningún político en la Historia de la Humanidad. Protagonizó el mayor ridículo de la historia del Imperio Británico con el llamado "acuerdo de Munich" con Hitler, por el que le entregó Checoslovaquia. Llegó a decir que había "traído una paz de 100 años para Europa" y que Hitler era "alguien en quién se podía confiar".
Anthony Eden fue la mano derecha de Churchill desde su ascenso al poder en 1940. Primero como ministro del Ejército y después como Ministro de Asuntos Exteriores, cargo en el que repitió (por tercera vez, ya lo fue dos años bajo Baldwin) durante el postrero mandato de Winston en los 50. Esta dilatada experiencia le convertía en, probablemente, el político británico con más experiencia en política internacional de todo el siglo XX. Llevaba siendo el sucesor más o menos oficial, desde que, en 1942 y en privado, Churchill le había dicho que "estuviese preparado para hacerse cargo en cualquier momento", por su mala salud. Sin embargo, tras quince años de espera, en dos tiró todo este bagaje por la borda, tras embarcar a su país junto a Francia e Israel en la aventura de la ocupación del Canal de Suez contra Egipto.
Lo mismo resulta que esa frase sí que es verdad.

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