lunes, 4 de agosto de 2008

Aleksandr Solzhenitsyn

Hay lecturas que le marcan a uno la vida. Yo no creo que la vida de uno pueda hacerse a base de libros exclusivamente, o cuando menos, no es psicológicamente muy sano. Pero a mí hay dos libros que me han marcado cada uno en dos momentos de mi vida muy claves.
El primero, ni qué decir tiene, es el "Manifiesto Comunista" de Marx y Engels que además consumí fervorosamente en una edición que añadía, a modo de propina o estrambote, las "Once tesis sobre Feuerbach" de los mismos autores. Mi llegada a la orilla del materialismo histórico a la edad de trece años fue fundamental. Aunque no es descartable que influyera en ello la circunstancia de la fuerte canícula que reinaba en Córdoba aquel verano de 1988. Hace veinte años ya.
En 1994, completadas ya las dos primeras décadas de mi existencia, llegó a mí "Un día en la vida de Iván Denísovich", opera prima de Aleksandr Solzhenitsyn. Recuerdo perfectamente que había en mi casa dos copias idénticas de libro que, de forma un poco extravagante, venía de regalo con los tambores de detergente para la ropa que compraba mi madre, ¡en el interior de los mismos!. Por eso siempre asocio a Solzhenitsyn con el aroma del Ariel.
Después, entre la variada, y un tanto caótica, colección de libros de mis tíos encontré "Archipiélago Gulag". Si el primero de los libros me había movido a la curiosidad por el autor, el segundo produjo un giro copernicano en mi forma de ver el mundo. Hasta entonces mi opinión sobre la Unión Soviética y todos los países comunistas siempre había estado marcada por la idea de que eran una degeneración corrupta de movimientos bienintencionados. Sin embargo, en el fondo de mi mente albergaba la esperanza de que se pudieran reconducir a regímenes que, realmente, abrieran la puerta de la "sociedad socialista".
"Archipiélago Gulag" me puso sobre la pista de una verdad terrible. La dictadura soviética fue una de las peores que ha conocido la Historia de la Humanidad y en ello, incluyo a la dictadura nazi también. Si Hitler mató a cerca de veinte millones de rusos, Stalin mandó ejecutar a una cifra aproximandamente similar... de rusos también (por no hablar de minorías étnicas etc...).
El libro en sí es una obra genial dónde se destripa, como en la mesa de un forense, todo el entramado de represión soviético. En un paralelismo sorprendente con "1984" de Orwell, te va sumergiendo en la sinrazón de un país dirigido por un hombre completamente paranoico, rodeado de una camarilla de enfermos, corruptos y ambiciosos.
Ayer Aleksandr Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura, murió en Moscú a la edad de 89 años. Él me despertó de mi sueño dogmático.

2 comentarios:

Capitán Boinas dijo...

Eeeeeeh, recuerdo que "1984" te lo pasé yo cuando trabajamos juntos.

Jeje, saludos y felicidades por empezar a etiquetar los articulos, ya era hora.

Jinete Nocturno dijo...

Vaya que sí. Aquellos fueron los años que vivimos peligrosamente... Recuerdos también de las extintas melenas que algunos lucieron. ¡Qué tiempos! Cualquier tiempo pasado fue mejor y más peludo.