lunes, 15 de octubre de 2007

Córdoba

Soy cordobés. Hablar de Córdoba es hablar de mí. Córdoba es parte de mi vida, hay calles o monumentos que son como de la familia.
Córdoba es una ciudad con alma. Aún recuerdo nuestras correrías en los alrededores del Cementerio de la Salud (aprendices de Iker Jiménez). Nuestras pachangas de baloncesto en el Séneca. O saltar la valla para colarnos en el Zoo.
Aquellos terribles veranos de los 80, dónde el calor te asfixiaba desde que salías por la puerta. Era como respirar queroseno en combustión. Ahora me he vuelto mayor y, como los adultos, pienso que para calor el que hacía en mis tiempos. No había nada que hacer. En agosto, e incluso en julio, se puede pasear por Córdoba como si fuese una ciudad fantasma.
En aquel tiempo todavía vivíamos acojonados con la amenaza nuclear. Recuerdo que leía cosas sobre como sería la vida después de un holocausto nuclear y pensaba "esto se tiene que parecer al mes de agosto".
Yo pasaba casi todo el mes en la playa, en Los Boliches, como no, pero cuando por algún motivo volvíamos un par de días a Córdoba, éstos eran terribles.
La ciudad estaba lejana y sola, callada como decía el poeta y era también solemne, bella, rotunda.
Más mayor empecé a quedarme los meses de agosto en mi casa, en parte para estudiar, y en parte harto de ver las mismas caras en Los Boliches (tenía contados los granos de arena de la playa) durante más de una década.
Más de una noche de tórrido insomnio han acabado mis pies, de madrugada, junto a la Mezquita, en la calle Encarnación o Martínez Rucker, pasando por delante de la Facultad de Filosofía, llegar hasta el río o recorrer la calle Osio. Hace unas semanas paseaba por la calle Judíos y le hice una foto con el teléfono móvil. Era como volver a ver a un pariente cercano pero con el que perdiste el contacto.
Siglos de historia, de la grande y de la pequeña. Generaciones de paisanos míos han puesto sus pies en las mismas calles y paseando junto a los mismos muros. Es como si toda esa historia, toda la sabiduría, aflorase cuando llega el silencio. En la ceremonia de la sofocante soledad, de la quietud, de la paz, el pasado viene a vernos. Creo que si sabes escuchar bien, si hay suficiente silencio en una de esas noches de verano, entre el calor y el ruido de las chicharras, puedes escuchar a la ciudad. Córdoba no es un lugar en los mapas. Córdoba no es sólo Patrimonio de la Humanidad. Córdoba habla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

como cualquier persona que se sienta orgulloso de sentirse cordobés, es un lujo oir hablar así de nuestra ciudad...
oir hablar así del calor que pasamos...Incluso es un orgullo saber que pasamos tantísimo calor, quizás mas que en cualquier otro sitio de España. Un lujo oir hablar así de la ciudad en la que naciste y que por razones de trabajo, tan abandonada tienes ultimamente... y con eso, tambien a otras personas.

Anónimo dijo...

Aunque te alejes siempre serás parte de ella, y ella de tí...

Me ha gustado mucho leerte, me he sentido transportada por un momento ^_^