lunes, 22 de octubre de 2007

Quiero ser catalán

Hace años que un profesor de la Facultad me decía "yo sólo voto en las Europeas porque es dónde puedo votar a Convergencia i Unió". Después de muchos años creo que algo de razón lleva.
Yo, de mayor, quiero ser catalán. O vasco. No tengo nada en contra de Cantalunya ni de Euzkadi. No he visitado ninguno de esos países pero me encantaría. Tienen que ser preciosos, sin duda. Pero como andaluz, y como andaluz comprometido, no puedo evitar pensar dónde quedamos nosotros en las noticias.
Andalucía es la primera comunidad autónoma (Nación diría yo) en población, y la segunda en extensión de España (o el Reino de España o lo que quiera que venga a ser). Sin embargo, los problemas de los andaluces son invisibles.
A los catalanes se les rompen los cercanías que nosotros no tenemos y están todo el día en la tele. Cuando pienso en lo que se tarde en llegar de Hospitalet a Barcelona es que no puedo ni dormir. El Lehendakari decide un día tirarse un pedo y es objeto de comentario y artículeo variado.
Yo le recomiendo a cualquier catalán de bien (o de mal) que se dé una vuelta por la N-340 a la altura de Fuengirola-Marbella o de San Pedro Alcántara, a hora punta. O que coja la S-30 un viernes por la tarde. O la ronda de Granada. O que intente sortear el atasco de Guadalmar cualquier tarde (ahora, con IKEA allí, va a ser la bomba). También estaría bien que intente tomar la autovía entre Córdoba y Málaga, ahí se va a partir de risa. Tendrían que haber contratado al que hizo las pirámides de Egipto. Tardó menos.
Pero lo mejor es que intente conectarse por ferrocarril, no digo ya con cualquier municipio de Andalucía de tamaño medio (Marbella con sus 130.000 habitantes oficiales y casi 200.000 reales ni siquiera tiene estación), sino entre las capitales andaluzas. Eso es una gimkana. Todavía recuerdo cuando mi incauto amigo Rafa Díaz preguntó en Renfe cómo llegar en tren hasta Almería. Le contestaron "lo mejor es que te vengas a Sevilla". "No me entiende usted: es que yo voy a Almería, que está en la otra punta". "Ya, pues por eso".
Todo esto suena a canchondeo, con perdón.

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