martes, 13 de mayo de 2008

Bob Dylan

Desde pequeño, he escuchado mucha música. Para mi desgracia, pronto descubrí que mis cualidades musicales eran nulas. Carezco de sentido de la música alguno y mi voz es horrible. Empecé escuchando lo que tenían mis hermanos. Música de cantautor y las cosas que estaban de moda a principios de los 80.
Luego las amistades y mi propio instinto me llevaron por nuevas veredas musicales. Un día en Fuentes Guerra Discos, esa tienda mítica en la música de Córdoba, curioseando, vi un disco (formato casette, siempre fui un melómano pobre) de Dylan: The Freewheelin'. Había oído hablar mucho del Bardo de Minnesota y me picó la curiosidad.
Por aquella época, lo más melodioso que llegaba a mis oídos eran The Cure, por no hablar de Sex Pistols o Clash. Sin embargo, alquel sonido crudo, aquella guitarra machacona apenas arreglada, aquella armónica dolorida, esa voz nasal y desagradable, me dejaron atónito. Masters of War me sonó tan duro como Anarchy in the UK aunque por un camino bien distinto.
A partir de ese momento, mi curiosidad fue en aumento y me fui haciendo con todo lo que podía de él, incluso alguno de esos inexplicables discos mezcla de gospel que hizo a finales de los 70 y primeros 80. Hoy puedo decir, sin exagerar, que no pensaría como pienso si no fuese por la música de Bob Dylan (y la poesía que contiene).
Hay muchos mitos en la historia del rock, pero Dylan, desde mi punto de vista, los supera a todos. Bob Dylan no sólo fue un cantante de moda, éxito y calidad. Fue el primero en convertirse en portavoz de las aspiraciones sociales, políticas y morales de una generación. En un país que salía de las persecuciones anticomunistas de los años 40 y 50, levantarse para hablar contra la guerra de Vietnam, contra la discriminación racial (no dejéis de leer la letra de The lonesome death of Hattie Carroll), hablar de amor ignorando todo convencionalismo, y hacerlo todo simplemente con una guitarra al hombro, fue un acto de valentía y genialidad encomiable. Bob Dylan siempre cuenta que cuando fue consciente, y empezó a asustarle, del mito de Dylan fue cuando una mujer acudió a su casa con su hijo de cinco años, enfermo, esperando que Dylan lo curase.
Fui al concierto que Dylan dió en Córdoba el 2004, como el viejo bluesman decrépito que es hoy día, nos decepcionó. Yo ya sabía que lo haría. Pero no importa. Dylan ha sido clave en la formación de mi personalidad. Ha sido fundamental para mi educación emocional. No podemos esperar que Dylan nos solucione la vida, pero podemos escuchar al que, probablemente, es el mejor poeta en el idioma inglés del siglo XX.
Thank you, Bob.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu entrada me recuerda a nuestra conversación en el Gambrinus... aprendo mucho contigo, aunque lo siento, pero no puedo evitar tener en mi mp4 musica de Alejandro Fernández o Ricky Martin (jajaja).
Un besote
Fdo. Chilindrina