jueves, 10 de julio de 2008

El futuro de Europa

Hace unas semanas el Pueblo Irlandés, en referéndum, se negó a aceptar el llamado Tratado de Lisboa, que no es sino el nuevo marco político de la Unión Europea. Los políticos europeos se quedaron sin habla. Es el tercer "no" a un tratado de la Unión en poco más de dos años. Primero fue Holanda, después siguió la sonora negativa de Francia, ambas a la Constitución Europea. Ahora es Irlanda.
Se especula sobre los motivos de la imagen negativa que la Unión Europea tiene entre sus ciudadanos. Hay mucha retórica sobre la democratización de las instituciones y la cercanía de Europa al ciudadano. Pero todo eso al ciudadano, al irlandés medio, por ejemplo, le suena a chino. Se centran en un problema de comunicación de lo mucho bueno que hace Europa. A lo mejor es que en la era de las comunicaciones los ciudadanos sabemos más lo que hace Europa que lo que ellos creen. Y el problema es que no nos guste.
Yo me voy a limitar a poner un ejemplo. La semana anterior al referéndum irlandés, la Comisión Europea aprobó una nueva normativa por la que la jornada laboral máxima de Europa se fija en 65 horas semanales. Por suerte, esta es una legislación de mínimos (o de máximos, según se mire) que puede ser mejorada por cada Estado. La razón aparente de esta decisión es que los nuevos socios europeos del Este necesitan mejorar su productividad ampliando su jornada ya que aún carecen de la tecnología y la infraestructura necesaria. Veamos lo que pasaba en Gran Bretaña hace siglo y medio largo:
"La Factory Act de 1850 (en Gran Bretaña) ... autoriza como media diaria de trabajo, en los días de semana, 10 horas... Quedan, pues, 60 horas de trabajo, 10 y media por cada uno de los 5 primeros días y 7 y media el último día de la semana." Karl Marx, El Capital, Libro Primero, Capítulo VIII, Epígrafe 2.
El hecho que sea una legislación mejorable por cada Estado (en favor de los trabajadores, se entiende), no nos garantiza que, en el futuro, al amparo de la necesidad de competir, nos acaben estirando la jornada laboral hasta esas cifras. Lo siguiente a eso ya está descrito en "La cabaña del tío Tom" o más modernamente en "Kunta Kinte". Así que, a lo mejor, no es que seamos ignorantes de las bondades de la Unión Europea, sino que no somos tontos. España entró en la Unión Europea para acercarse a los niveles de vida de Francia, Alemania o Gran Bretaña. Igualmente hemos aceptado, y nos alegramos, de la entrada de Estonia, Eslovaquia, Rumanía, Bulgaria etc... Pero los hemos aceptado para ayudarles a que alcancen nuestras condiciones de vida, no para que el grupo de plutócratas al servicio del capital, que vive a nuestra costa en Bruselas, nos rebaje las nuestras hasta el nivel de las suyas. Que se lo piensen.
Gracias a Dios por el Pueblo Francés. Y por el Holandés y el Irlandés.

1 comentario:

jesús dijo...

Efectivamente.No se puede decir más claro.No hemos recorrido tantos años de sindicalismo para acabar en esto.La explotación al trabajador es una de las formas de la tiranía, quizá de las más crueles porque se maquilla con palabras hueras como la productividad, el PIB, etc.,de forma que el trabajador en ocasiones ni puede darse cuenta de que está explotado,manipulado y anulado.