miércoles, 12 de diciembre de 2007

La Buhardilla

El pasado viernes noche lo pasé en compañía de mis amigos en Córdoba. La fiesta finalizó como otras muchas veces, en La Buhardilla.
En un frío invierno de 1989 (corríjanme si me equivoco), abrió sus puertas este insigne local de la noche cordobesa. Huyendo de la música disco y demás líos bailables, fue un éxito desde sus comienzos. Consagrada al pop y al rock and roll, principalmente en español, se convirtió en el santuario de aquellos a los que las modas siempre nos dieron igual. Mi amigo y compañero Antonio Zafra oficiaba cada noche de fin de semana la ceremonia colectiva del rock. Mi generación fue la última enganchada a aquello de "una batería, un bajo y una guitarra".
Recuerdo entrar en aquella lata de sardinas con 15 años rodeado de los amigos de mi hermano en Empresariales. Era el pitufo de la pandilla. Pero capté desde el principio el encanto del lugar.
Luego, mis amigos y yo nos abonamos a noches de buena música, sin ligar nunca, eso sí. Allí, al compás de los Rolling, Loquillo, o Héroes del Silencio (sic.), hemos sido grandes, acaso por unos instantes, por unos minutos.
En estos tiempos en que escasean los principios, en esta época en que nadie es fiel a nada, se agradece que haya lugares que siguen siendo fieles a sí mismos, a nosotros también. Ojalá la Buhardilla no cierre nunca.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuántos recuerdos mueve la música y los lugares... por un momento me transporté a otro local y recordé cosas que pensaba olvidadas. De cualquier forma, escribo para decir que prefiero las personas a los lugares y que siempre hay quienes siguen siendo fieles a sí mismas. Un saludo y reconocimiento a quienes hacen realidad el buen ambiente de la Buhardilla y de tantos otros.

Jinete Nocturno dijo...

Gracias por tu comentario, Terelia. Obviamente a mí me gustan los lugares en función de las personas con las que los compartí, y los recuerdos que me evocan.

Anónimo dijo...

gracias...nunca olvidaré con quien descubrí aquel sitio, y las buenas noches que pasé allí. hay recuerdos que no merecen borrarse nunca.