domingo, 2 de diciembre de 2007

La serpiente dorada.

Cuando uno llega en avión a Málaga, de noche, se puede observar un gran espectáculo. De Manilva al Rincón de la Victoria una serpiente dorada se recuesta sobre el mar. Las luces de todas las ciudades forman una unidad. En cierto modo esa imagen tiene algo de real. Frank Sinatra cantó que Nueva York era la ciudad que nunca duerme. La serpiente dorada tampoco.
La Costa del Sol es un lugar único. Aquí nos apiñamos cerca de un millón de personas. Hay casi doscientas nacionalidades diferentes. En general, este es un lugar de convivencia. Andaluces, españoles, británicos, marroquíes, escandinavos, alemanes, irlandeses... La lista es similar a la de los países que forman las Naciones Unidas.
Cada uno viene aquí con su idioma, su cultura, sus tradiciones. Y nos mezclamos. Trabajar con gente que tiene diferente cultura te obliga a comprender al otro. Cuando veo por la tele esas guerras civiles, enfrentamientos entre vecinos por la raza o la religión, es como si ocurriera en otro planeta. Aquí conozco judíos, musulmanes, protestantes en sus diferentes versiones, católicos, lógicamente. Nadie es extranjero en la Costal del Sol. Hoy es 2 de diciembre. He estado tomando el sol en la playa. Hace un día magnífico. No hay otro lugar en el mundo dónde me gustaría vivir.
Andalucía es, de nuevo, tierra de acogida. Somos lugar de mezclas. Aquí estamos pariendo una nueva identidad. Andalucía se redescubre a sí misma, otra vez. Cada cambio, cada mezcla, nos hace más fuertes. Así se ha forjado nuestra identidad en un proceso dialéctico dónde dejamos algo de nosotros para abrirnos a otras culturas. El cambio ya ha comenzado. Ya hay una generación de andaluces hijos de extranjeros. Aún están en busca de su identidad.
Todos convivimos aquí en las tripas de la serpiente dorada, que nunca duerme, que siempre se mueve por dentro.

2 comentarios:

terelia dijo...

A vista de pájaro somos minúsculos puntos de diversos colores, un crisol de culturas en mi acogedora costa del sol. Hasta en la oscuridad de la noche nuestra costa resplandece, aún sin luces artificiales sería visible, aquí la luz es diferente: el día es dorado y la noche, plata. Bien es cierto que no tenemos fronteras, nuestras puertas siempre están abiertas y disfrutamos compartiendo. El secreto siempre está en dar, no en recibir. Quien sabe apreciarlo, obtiene su regalo.
Y para terminar... nunca viene mal aderezar nuestra convivencia con una pizca más de solidaridad y tolerancia. Ser una unidad, existiendo diferencias individuales, es la clave para el progreso. Sólo quiero que estemos unidos por algo más que una "serpiente dorada", es decir, no sólo aparentemente, sino realmente.

Anónimo dijo...

La interculturalidad es la clave, que no la multiculturalidad.

Me alegra saberte tan bien.

Un beso